El Papa Francisco será despedido bajo un nuevo protocolo fúnebre, impulsado por él mismo en vida, con el objetivo de simplificar las ceremonias y resaltar su sentido espiritual por encima de lo meramente protocolar.
El entierro se realizará entre el cuarto y sexto día tras su muerte, en la Basílica de Santa María la Mayor, lugar elegido por Francisco como su descanso final. Luego comenzarán las tradicionales “novendiales”, nueve misas consecutivas en sufragio de su alma, como lo establece la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada en 1996 por san Juan Pablo II, que regula todos los aspectos canónicos tras la muerte de un Papa.
El documento también prohíbe la toma de fotografías, grabaciones o audios del pontífice enfermo o fallecido, preservando así su imagen y palabras.Este nuevo ritual refleja el profundo deseo de Francisco de dejar un legado humilde, cercano y profundamente cristiano, incluso en su último adiós.
Según explicó monseñor Diego Ravelli, maestro de ceremonias litúrgicas, este cambio responde al deseo del Papa de realizar unos ritos “más simples y acordes con la fe en Cristo resucitado”.
Aunque se conservará la estructura tradicional en tres escenarios la residencia papal, la Basílica de San Pedro y el lugar de sepultura, se han eliminado pasos intermedios. Por ejemplo, el cuerpo no será trasladado al Palacio Apostólico, y en San Pedro, el féretro permanecerá a nivel del suelo, sin el báculo papal a su lado.
Este ataúd permanecerá abierto durante la veneración de los fieles. Estas modificaciones forman parte de la segunda edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, aprobada por Francisco en abril de 2024.